domingo, 31 de enero de 2010

¿Existe población indígena en el Estado de Zacatecas?

En virtud de la inexistencia de población indígena en la región del Estado de Zacatecas (SE) donde está ubicado el plantel en que laboro, consideraré la problemática que prevalece en los indígenas caxcanes en las comunidades de Mesa de Palmira, Tocatic y Cicacalco en la Sierra de Morones del Municipio de Tlaltenango, Zac.

Los problemas que enfrenta la poca población indígena (número indeterminado) de esta región, no son radicalmente diferentes de los que aquejan a los indígenas de otros Estados y regiones de México. “Los dolores que aquejan a esta comunidad indígena son el despojo de sus tierras comunales, el desprecio a su condición y cultura indígena y la represión que han sufrido por defender lo suyo.” (1) Es desalentador que la estrategia de exterminio se concrete a través de la sustracción brutal e ilegítima que se ha hecho de sus tierras y territorios. Esto evidencia -entre otras cosas- la inexistencia de un propósito definido e intencionado para revertir el atraso que han padecido desde hace cinco siglos, y que no han sido jamás contemplados como sujetos de beneficio por parte de las políticas públicas.

Hasta donde se tiene conocimiento el gobierno local no ha hecho ningún esfuerzo digno de tenerse en cuenta para mejorar la situación. Esta población de indígenas sobrevive en el olvido y en condiciones muy precarias. Además no se vislumbra por ninguna parte un resquicio de luz que transforme en el corto plazo los rezagos e inequidades en oportunidades de mejoramiento y posibilidades de autonomía en la cual pudieran ejercer todos sus derechos. Nunca se ha visto ninguna intención de cambio por parte de los gobiernos, así lo expresan los propios indígenas caxcanes: “Los problemas de las comunidades indígenas son los problemas de la tierra, sufrimos invasiones, queríamos difundir el patrimonio que nos dejaron nuestros antepasados, tenemos el derecho y la obligación de defender lo nuestro.” (2)

Desde la época de la Colonia el objeto principal de la discusión y la lucha indígenas ha sido la tierra. Porque la tierra es el espacio vital del indio, pero es también la fuente de la riqueza. Al arrebatarles sus tierras, les clausuran también la posibilidad de sobrevivir, de desarrollarse y de ser; es decir, de mantener las condiciones mínimas necesarias que garanticen la permanencia de su raza, culturas y tradiciones.

Por la defensa de sus derechos han sido víctimas de todo tipo de represiones y atropellos. El Estado en lugar de asumir la responsabilidad que le compete, por lo menos con la instrumentación de políticas económicas y proyectos de desarrollo para dar respuesta a sus necesidades -que sufren en silencio- responde con desprecio e indiferencia y arremetiendo contra ellos. Los indígenas reconocen esta realidad ingrata: “…hemos sido encarcelados por sostenernos en la lucha.” (3) Esto se puede ilustrar de diversas formas, pero tal vez el modo más claro es que el conflicto más perceptible no es de la población mestiza con los indios, sino del Estado contra éstos.

(1) Viramontes, Vladimir, Revista Rebeldía No 53. EZLN. Artículo: “El otro Zacatecas” P. 37.
(2) Ibidem.
(3) Ibidem.


El Estado es considerado por los indígenas como algo potencialmente pernicioso y que en determinado momento les causará daño, como efectivamente ha sucedido. Es un represor desalmado que en contubernio con los ricos y los caciques -de las regiones en que los indígenas están establecidos- les han ido quitando lo poco que les queda. Las leyes, lamentablemente de nada les sirven, ya que “…la ley es utilizada como instrumento de despojo, porque aquí los indígenas han sido despojados por la ley, atemorizando a nuestra gente la natural de aquí.” (4)
Son los poderosos coludidos con los gobiernos, quienes han perpetrado indiscriminadamente “…la invasión y el despojo a territorios de la comunidad, se comete por terratenientes que están invadiendo nuestro territorio indígena.” (5) Así lo han denunciado los indígenas caxcanes del Estado de Zacatecas. Son más explícitos y contundentes al decir: “Nuestra lucha es la lucha por la defensa de la madre tierra…” (6) con lo que señalan las injusticias de que son víctimas y a la vez los nexos profundos que los ligan a ella. Este vínculo entre la tierra y el indio lo encontramos no sólo en Zacatecas sino también en todas las etnias de México y del Continente Americano.

La tierra es el elemento más relevante en las cosmovisiones indígenas y que aparece como la constante en todas las culturas. Es el fundamento en el que encuentran el sentido de su existencia individual y colectiva. Este sentimiento de unión intrínseca con la tierra –no como propiedad- sino como un factor sustancial de su ser es uno de los aspectos más significativos que se identifican en la cosmovisión de las etnias indígenas zacatecanas.

La visión epistémica indicada en las ideas anteriores, sugiere algunos rasgos que pudieran servir para conformar un proyecto pedagógico nuevo enfilado hacia la interculturalidad. En base a esta aspiración reformular los planes y programas de estudio considerando la existencia de la diversidad a la cual irían dirigidos e incorporando además, la diversidad de visiones existentes en cada Estado y región y que ahora están en el olvido.

Es seguro que a través de la educación y de la práctica social continua, se podrá caminar poco a poco en la senda desconocida de la diversidad. Necesitamos soñar todos juntos a la sociedad mexicana como un conglomerado pluricultural y multiétnico que avanza inexorablemente hacia mejores formas de relación humana, en donde nadie sea excluido por nadie ni por causa alguna y todos seamos respetados y reconocidas nuestras diferencias. La meta debe de ser la creación de esa sociedad multicultural en la que sea reconocida y fomentada la dignidad de todos sus miembros.

Referente a la cuestión educativa y como un recurso central para avanzar en la creación de una sociedad intercultural con todo lo que ello implica, propongo las siguientes líneas generales de acción:

1. Voluntad política para cambiar las condiciones de vida que prevalecen en la mayoría de los pueblos indígenas.


(4) Ibidem.
(5) Op. Cit. p.38.
(6) Ibidem.

2. Respeto efectivo a los derechos de todos incluido el de recibir educación.

3. Estructuración de planes y programas locales y regionales que contemplen sus prácticas culturales, costumbres y cosmovisiones, aunque se mantendrá siempre abierta la posibilidad del aprendizaje de nuevos saberes provenientes de otras cosmovisiones y culturas.

4. En las escuelas interactuarán mestizos y etnias y se crearán las condiciones para que se generen procesos de aprendizaje recíprocos.

5. Creación de espacios educativos donde lo diverso pueda ser incluido, reconocido y valorado.

6. Establecimiento de centros educativos en los territorios indígenas, administrados y conducidos por los propios indígenas.

7. Los programas de formación humana intercultural se aplicarán dentro de un marco de respeto a sus culturas, costumbres y sistemas de ideas considerándolos como algo único dentro del abanico plural de la mexicanidad y como algo que es necesario preservar.

8. Este paradigma de formación humana concebirá a la interculturalidad como la piedra angular que servirá de base para la génesis de una multiplicidad de oportunidades en la que todos quienes intervengan salgan enriquecidos, lo que a la postre originará una concepción más incluyente e íntegra de la condición humana.

Dentro del problema educativo que plantea la interculturalidad considero que lo primero que es urgente tomar en cuenta, son las necesidades e intereses de los pueblos indios y de los grupos sociales más vulnerables que desde siempre han sido excluidos del desarrollo, estigmatizados por el desprecio y reducidos a una estadística más en las instancias de gobierno.

Para realimentar esta visión, es necesario aceptar de entrada que los acercamientos e intercambios entre grupos humanos poseedores de cosmovisiones distintas, resultan fértiles porque se crean las condiciones para el surgimiento de experiencias nuevas y de productos inéditos. Por lo menos debemos admitir que se dan espacios -impensables en otras condiciones- para que esto suceda. “De allí que el problema central sea como integrar al indio a la nación.” (7) Si la educación es el camino, abonaremos en ese sentido, sobreentendiendo que ésta no puede estar desvinculada de otras decisiones de índole político y económico que deben ir paralelas, a fin de que el proceso educativo en cuestión, pueda incidir en la construcción de la interculturalidad. Salvado este obstáculo, los demás bloqueos de relación e integración, se irán dando como una consecuencia de la relación cotidiana, de la praxis propiamente dicha.

A veces el nivel teórico de análisis deviene en esquemas simplificadores de la realidad que se pretende explicar. Con esto quiero decir que las cosas no serán tan sencillas como aparentan, ya que “la situación actual de los pueblos indígenas se explica como un proceso de empobrecimiento y de la opresión de la cual han sido objeto…” (8) y un cambio inmediato sería impensable. Hay que superar en la relación social el binomio opresores-oprimidos que ha signado la historia de nuestro mestizaje racial y cultural y que durante mucho tiempo nos ha impedido avanzar. Urge demoler la visión discriminativa que hoy por hoy marca la relación entre el Estado y las comunidades indígenas, para superar la contradicción existente entre el discurso y los hechos, porque es innegable que “los pueblos indígenas constituyen los sectores más olvidados en cada uno de los países.” (9)

De lo expuesto podemos inferir que la problemática que enfrentan las etnias en todo el continente, tiene muchos factores en común, que pueden ser aprovechados en este esfuerzo de integración. Los avances han sido pocos pues “el propio discurso del mestizaje ha terminado significando la desindigenización.” (10) los contenidos de las posiciones oficiales sobre la situación indígena por tal motivo, son altamente discriminativas. Significan pretender la integración de los pueblos indígenas al mestizaje y a todo lo que signifique en términos de desarrollo, a condición de que dejen de ser lo que son. Esto implica la pérdida de sus saberes y culturas. Para nuestro propósito de crecimiento en la interculturalidad, esto carece absolutamente de sentido, porque de lo que se trata es del respeto y reconocimiento a lo que son y a lo que representan como parte integrante de las culturas mexicanas. Lo que se busca es que en este proceso de integración no se ponga en riesgo el ser del indio en cuanto tal, sino todo lo contrario: tiene que implicar el construir todos juntos una sociedad más incluyente donde la diversidad étnica y su multiplicidad de expresiones tengan la posibilidad de expresarse y de ser.

Una sociedad con tales características es la idónea para que la conjunción de cosmovisiones dé a luz a una forma de organización social superior fundada en la dignidad, la libertad y el respeto. Ningún espacio sería más sano para el desarrollo humano que aquel en donde no hubiera un sistema de ideas que prevaleciera sobre otros, pues no se puede ser mejor ni más humano sobre la base del desprecio. No hay que olvidar además que la tradición es parte sustancial de lo que un pueblo es, porque es algo que se configura en el actuar diario, en las relaciones concretas que los sujetos históricos establecen entre sí. La cosmovisión como la realidad misma no es absoluta, única e inamovible sino que se está recreando de manera permanente, como una consecuencia de la evolución del hombre. Esta recreación hace referencia al dinamismo de que están investidos los elementos constitutivos de la acción humana y al papel que desempeñan dentro de la vida ordinaria. Y es así, porque “la cosmovisión no es producto de la especulación sino de las relaciones prácticas y cotidianas…” (11) Esto implica que de ninguna manera es resultado de un proceso de elaboración teórica o de deducciones filosóficas, sin contacto alguno con lo inmediato. Por el contrario, se estructura en el actuar diario. “En mesoamérica por ejemplo, el cultivo del maíz es una de las causas primordiales de la unidad histórica.” (12) y en torno a él se han construido gran parte de las relaciones porque es el soporte para su sustento y sobrevivencia. Es por esto un factor central de la cosmovisión de estos pueblos que junto a otros elementos de la naturaleza adquiere un carácter sacro.

(8) Op. Cit.
(9) Manriquez, Gálvez, Nelson. Op. Cit.
(10) Ibidem.
(11) Austin, Alfredo. Tamoachan y Tlalolcan p.15.
(12) Tovar, Marcela y Chavajay Míriam. Más allá de la costumbre: cosmos, orden y equilibrio. P.47.


Considerando los contenidos y significados de la amplia gama de cosmovisiones y grupos humanos que coexisten en nuestro territorio nacional, requerimos transformar la sociedad actual en una en la que la solidaridad y no el egoísmo sea la que marque el rumbo, en una en cuyas decisiones prevalezca el espíritu comunitario y no los individualismos que excluyen y zahieren, en una en la que abunde la consideración por los más débiles y no la pugna por los intereses ruines de acumular poder o la tendencia a defenestrar al que igual que nosotros lucha por encontrar un espacio en el cual sea factible ser… pero ser con dignidad.

Por ello, requerimos retomar el sentido que inicialmente se tenía del contacto entre las culturas: “en sus orígenes la noción de interculturalidad partía del reconocimiento de lo diverso y de la identidad.” (13) Este sentido, en gran parte lo hemos extraviado y hay qué rescatarlo ya que no es posible modificar la arquitectura de las sociedades actuales sin algún fundamento ético que guíe las conductas consideradas socialmente deseables encaminadas a tal fin. Es impostergable arrancar de raíz los disvalores que hoy pervierten los escenarios humanos y sustituirlos por otros que sirvan para edificar no para derribar, que sirvan para enaltecer no para degradar.

En virtud de lo dicho, considero que sólo se puede ser más humano en la medida en que se conciba a lo diverso como perspectiva para enriquecer lo que somos en tanto pluralidad. El debate sobre la cuestión de la interculturalidad debiera centrarse en torno a los derechos y a la dignificación de las etnias, pues por desgracia, “el enfoque se ha centrado en las condiciones subalternas de estos pueblos indígenas.” (14) lo que ha conducido inevitablemente a establecer con ellas una relación de superioridad-dependencia y la óptica errónea nos impele a verlos como inferiores. En esta visión de menosprecio derrumbamos antes de haber construido cualquier posibilidad de una interacción entre iguales. Tenemos que construir juntos un punto de arranque diferente porque “se ha partido siempre de las contradicciones y el conflicto social que plantearon la opresión nacional y la explotación social como los aspectos inherentes a la cuestión indígena.” (15) Este es el tamaño del reto y las dimensiones de la responsabilidad histórica. Todos estamos convencidos de que desde el poder nada va a suceder. El cambio tiene que surgir de abajo, no en forma vertical y descendente, nuestra experiencia como pueblo nos lo ha enseñado. Esa masa -a veces amorfa y titubeante- denominada por algunos “sociedad civil” tendrá que desempeñar un papel de gran compromiso en todo el proceso, considerando además, los aportes que indudablemente emergerán desde la práctica educativa que es lo que directamente nos atañe. Por estas vías y muchas otras que se irán construyendo sobre la marcha, conduciremos a buen puerto la creación de una nación más fuerte y vigorosa fundada en la justicia social y en el respeto irrestricto a nuestra diversidad étnica y cultural.



(13) Maya, Ruth. Reformas educativas e interculturalidad en América Latina. Revista Iberoameri-
cana de Educación No 17: p. 105 -187.
(14) (15) Ibidem.

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