domingo, 31 de enero de 2010

Cosmovisión de la región Sureste del Estado de Zacatecas.

El Estado de Zacatecas carece de población indígena. No es posible hablar por lo mismo, de la existencia de una cosmovisión en el sentido en que la hemos venido entendiendo: como una construcción milenaria que se puede deducir de la memoria colectiva de los relatos, testimonios, leyendas, mitologías y costumbres. Pero si partimos del hecho de que no hay pueblo o grupo humano que carezca de una concepción del mundo, de sí mismo y de los demás, es factible hablar en términos generales de la cosmovisión de la gente que habita la región del SE (que comprende 5 municipios) entre los cuales se encuentra Villa Hidalgo, Zac., en donde está ubicado el Centro de Bachillerato Tecnológico agropecuario No 138. La cosmovisión de la gente que habita la región señalada –si es que hay algo que en sentido estricto pudiera denominársele así por las causas ya indicadas- no tiene una orientación de carácter filosófico en el sentido de las culturas indígenas estudiadas hasta ahora. Su visión se desprende ante todo, de las condiciones precarias en las que tienen qué luchar día a día por su existencia, por la consecución de los bienes materiales mínimos necesarios que posibiliten su vida. La tierra es parte de este esfuerzo cotidiano. Pero la concepción que tienen de ella carece de la investidura sacralizada y espiritual concedida a la misma por las culturas indígenas. Esta situación incide, en que los vínculos hombre-tierra no sean tan profundos. Su cultura mestiza, como la raza a la que pertenecen está signada por la presencia del semidesierto, las sequías y los malos temporales contra los que hay que combatir en época de siembra. Así su futuro es azaroso a tal grado que desde hace unos veinticinco o treinta años, los flujos migratorios hacia el vecino país del norte se han incrementado tanto, que los recursos enviados de allá son oro molido para la región en particular y para el desarrollo del Estado en general. Esto ha motivado que su cosmovisión se haya fragmentado entre el amor al terruño, a la familia, a las raíces… y el “American dream” del que depende la estabilidad económica en buena medida en la mayoría de los hogares de la región. Entonces con la identidad escindida, mezclada con ciertas dosis de malinchismo, estamos en presencia de una idiosincrasia y una percepción del mundo que están experimentando metamorfosis agudas, a tal grado que la cosmovisión y las prácticas culturales y las tradiciones ya están muy mezcladas con las costumbres de los gringos. Lo que me parece grave de este hecho, es que tal influencia muchas veces es superior a la ascendencia cultural de las escuelas en nuestro empeño por la preservación de la identidad nacional: niños y jóvenes -como sus padres- sueñan con irse a trabajar a los Estados Unidos de América. Gran parte de los que emigran, luego de un tiempo regresan con todas sus percepciones y costumbres de origen deformadas, aunque los rasgos básicos de su cultura permanezcan intactos. Y es así, porque después de todo estuvieron sujetos a un contexto hostil y a un proceso agresivo de aculturación, empezando por el idioma y a muchos otros aspectos sociales propios de los anglosajones a los que no pudieron integrarse ni asimilarse en modo alguno. Por ello, la cosmovisión de los habitantes de esta región del Estado de Zacatecas –y creo que en buena medida la de la mayor parte de la población migrante del Estado- se ha ido trastocando gradualmente, hasta devenir muchas veces en el desdibujamiento de la identidad histórica-cultural y la pérdida gradual del amor a la tierra como fuente de sustento. Al fin y al cabo la mejor tierra es la que le da a uno de comer -dirían ellos- Identidad escindida no es identidad. En donde no hay claridad de conciencia sobre la importancia de la preservación de los orígenes y de las raíces de las que provenimos, tampoco puede haber por consiguiente, cosmovisión ni memoria colectiva.

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