domingo, 23 de mayo de 2010

La evaluación en los tiempos de la educación por competencias.



Quiero iniciar mi participación en esta semana, puntualizando algunos aspectos referentes a la cuestión de la evaluación, que aunque sé que son del conocimiento de muchos de Ustedes, al abordar el análisis de la Prueba Enlace, es necesario recordarlos para enriquecer el intercambio de apreciaciones y puntos de vista. La preocupación por la evaluación no irrumpe en el escenario de la problemática escolar con la prueba enlace. Es una preocupación añeja, motivo de disquisiciones múltiples desde hace ya varios años, en EMS discutíamos la necesidad de diversificar y renovar el proceso de manera permanente. En el Subsistema de Educación Tecnológica Agropecuaria -donde cobro- hace algunos ayeres acordábamos, que al evaluar deberíamos hacer especial énfasis en las habilidades concretas adquiridas por los alumnos. Habría qué evaluar lo que realmente ellos eran capaces de procesar y comprender, demostrándolo. Empeñados en este propósito, procurábamos dejar la parte memorística -no deleznable del todo- a un segundo o tercer término. Fue muy difícil unificar y ponernos de acuerdo. La diversidad de formaciones, perfiles y niveles de experiencia en los profesores, se convertía en un obstáculo casi insalvable. Cada quien entendía las cosas a su modo. Esto ocurría así, porque a un profesor no se le puede convencer jamás por decreto de lo que tiene que hacer. Pero en fin, algo quedaba, en forma tal, que poco a poco fuimos superando la rémora y las inercias que subyacían en una práctica pedagógica, signada por la enseñanza vertical y descendente; en la que los alumnos -al decir de Freire- no tenían derecho a decir su palabra. En el escenario que describo, todavía ni para cuando llegara la educación basada en competencias. Cuando este enfoque nos alcanzó, la discusión ya tenía un buen rato en las escuelas. No nos agarró desprevenidos. Los últimos diez años, he percibido un cambio sustancial no sólo en la evaluación, sino también en la forma de replantear el proceso de los aprendizajes. Pero al principio no fue fácil. Fue imprescindible “remar contracorriente” y eliminar las resistencias, de las que vemos todavía algunos resabios: como cuando hace su aparición ocasionalmente, en las aulas el fantasma del autoritarismo o cuando asignamos un juicio de valor sólo con los resultados del examen tradicional porque creemos que es el más confiable. La EBC y la Prueba Enlace que hoy nos ocupan, no han hecho sino acelerar en forma sustantiva el proceso de evolución del que hablo.