domingo, 31 de enero de 2010

Derechos indígenas: un desafío para la educación.

La presencia indígena, como parte de nuestra realidad y cultura, es algo que no se debe eludir ni desconocer. Ahí están… enraizados en diversas regiones del país -en simbiosis con la naturaleza­- exigiendo de muchas formas sus derechos y hablándonos de distintos modos de su complejidad y sus concepciones únicas del mundo; pero también de sus rezagos, su miseria y el olvido de que son víctimas. Son alrededor de 12.7 millones de indígenas, que hablan 62 lenguas distintas, testimonio vivo y vibrante de culturas regionales vigorosas, que claman por su reconocimiento e inserción ontológica en un mundo mestizo, que les ha regateado siempre su lugar, un lugar que les corresponde por derecho de origen.

El levantamiento indígena en Chiapas (EZLN) el 1 de enero de 1994. dio lugar entre muchas otras cuestiones de carácter económico, político y social, al reavivamiento de la discusión inconclusa y olvidada por muchos, sobre los derechos de los indios en nuestro país. Los primeros encuentros entre los representantes del gobierno y de los pueblos indios, fueron bastante desafortunados…los posteriores también. Así lo percibimos en la historia reciente de los últimos 12 años, que hemos seguido de cerca todos los mexicanos y en donde se revela claramente la inexistencia de voluntad política del gobierno para entablar un diálogo franco, sin máscaras, con los indios, diálogo que tendría qué orientarse, al reconocimiento de la condición que les es propia; es decir…la de su pluralidad de visiones de la realidad y de sus formas de relacionarse con ella. Pero esto es algo que los mestizos no podemos entender, “cuanti menos el gobierno”.

Pero comentemos un poco lo referente a las modificaciones efectuadas a algunos artículos de la Carta Magna, a raíz de la firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar en la primera fase del conflicto allá en el sur de México. El artículo 1º. recalca el rechazo a toda forma de discriminación… los indios de la etnia que sean siempre han sido discriminados. Me parece particularmente interesante lo que expresa el artículo 2º., en relación con las cuestiones de la identidad indígena, la autonomía, la libre determinación y los derechos; aunque los dos anteriores sean en sí mismos derechos. Estas modificaciones, tal como se especifican en el texto de la Constitución, no fueron suficientes; seguramente porque no incorporan gran parte de las demandas de los pueblos indios señaladas en los citados Acuerdos. El aprendizaje que tenemos, producto de nuestra historia como pueblo, -referente a la relación entre gobernantes y gobernados- es la de que el gobierno siempre dice una cosa y hace otra muy distinta. Y ello referido a la relación de los distintos gobiernos con los indios, cobra un sentido muy especial. La tradición autoritaria de la que provenimos, desde la época de Conquista hasta nuestros días -y en la cual estamos en gran medida incrustados todavía- ha propiciado entre otros efectos, una relación de menosprecio con nuestros pueblos originarios. Los indios han dicho en reiteradas ocasiones que cuando han reclamado sus derechos y el gobierno ha establecido compromisos o firmado acuerdos, nunca cumple. Por eso prevalece en el imaginario del indio una desconfianza hacia la autoridad. Y la razón, seguramente, está del lado de los indígenas. El reconocimiento de los derechos de los indígenas es fundamental. Este asunto no es posible dejarlo para después. Es algo que hay qué atender y, seguramente la educación puede aportar su parte. Pero consideremos primero, su derecho a existir. Y existir es eso precisamente con todas sus implicaciones. Porque existir sujeto es vivir condicionado, defenestrado; víctima del menosprecio…Eso no es vivir.
No se debe dejar que el gobierno decida todo. En este caso, sería utópico pensar: “hay qué esperar que los gobiernos generen las condiciones sociales, económicas y legales para que los indios puedan ejercer todos sus derechos, sin restricción de ninguna índole…” Y cuando digo que sería utópico, admito la posibilidad de que esto no llegue a suceder

jamás. Por eso considero que deben ser los propios indios los articuladores de un proceso de cambio en su relación con el mundo mestizo y no una propuesta que venga “desde arriba” ;y que las más de las veces , no son sino simulación de las instancias del nivel que sean, para dar a los gobernados la imagen de que están haciendo su parte…
Entonces según lo dicho, en el reconocimiento de este derecho fundamental, estarían incluidos todos los demás derechos: Libertad, autonomía, formas de vida y organización, costumbres y tradiciones, identidad y cultura…Pero además, el derecho a permanecer como propietarios originarios de las tierras que habitan, con derecho también al usufructo de esas mismas y de su trabajo… y es aquí donde ya no le gusta tanto al gobierno la idea…”

Pero, ¿Cuál será el reto de la educación de cara al reconocimiento e inclusión de los derechos de los pueblos indígenas? Al respecto propongo las siguientes líneas generales:

La premisa básica de un cambio sustancial es –desde una perspectiva institucional- que exista voluntad política del gobierno para transformar la situación indígena.

Como mexicanos hemos sido educados en la opresión, la desigualdad y el autoritarismo. Y por tanto nos hemos comportando en consecuencia. Es decir, hemos visto el problema de la desigualdad y la discriminación como algo casi natural; lo experimentamos tan cotidiano, que hasta dejamos de percibirlo como un problema. Del tal modo que es necesario ir ensayando nuevas formas de relación social basadas en el respeto y el reconocimiento del otro… eso que algunos han denominado alteridad. Esto para que funcione, tendría que originar una revolución cultural y la escuela sería sólo un espacio –de los más importantes por cierto- donde podrían empezar a darse la reinversión de valores y de concepciones de sí mismo y de los demás. Necesitamos primero reeducarnos gradualmente, bajo otros principios éticos de relación colectiva; que tengan como soporte la pluralidad de ideas, la diversidad etnográfica, donde la exclusión, ya no sea ni un recuerdo, donde la vida sea el valor supremo, donde se reconozca también la proximidad y las diferencias del otro como una posibilidad valiosa para enriquecer la vida humana. Dijeron los indígenas de Chiapas alguna vez, “Queremos construir un mundo donde quepan muchos mundos…” Esto me parece extraordinario, en virtud de que desciende desde lo abstracto y filosófico hasta lo concreto e inmediato, lo individual y lo comunitario… la aceptación de la diversidad y por ende de los derechos y la inclusión del otro que forma también parte de mi mundo, del mundo de los demás, del mundo de todos…

Pero, además de la escuela como institución social, están la diversidad de contextos que en la práctica social servirían de escenarios para descubrir e inventar nuevas fórmulas de vida colectiva, considerando como fundamento el respeto. El reto sería eliminar las relaciones intolerantes, que han sido producto de percepciones equivocadas. Además, resulta claro que la escuela no va a cambiar las ideas que prevalecen, sólo a través de los contenidos curriculares. Las ideas cambiarán por medio de la transformación de la relaciones sociales en general. La institución educativa, sin embargo, puede funcionar perfectamente como un laboratorio –discúlpenme la analogía- en donde los procesos de discusión e intercambio vayan generando poco a poco otra cultura…ya veremos qué resulta. Tal vez, perspectivas más humanas basadas en criterios de equidad y colaboración; y concepciones de la realidad socioeconómica que sean producto de la vida colectiva y no de unos cuantos… pero también, donde cada ser humano, tenga el espacio y la oportunidad para vivir con dignidad y sea visto igual que todos… incluido el indio. (sic) ¿No será discriminativo mencionarlos al último? (Mencionarlos al último no es discriminación es sólo un recurso retórico). Hasta luego.

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