jueves, 21 de enero de 2010

Megatendencias y reformas educativas

Las sociedades en el mundo actual, están experimentando cambios acelerados. La educación como parte integral de las mismas, no podría ser ajena a este proceso evolutivo. Gran parte de estas transformaciones, están siendo propiciadas básicamente por el boom tecnológico de las últimas décadas; lo que ha originado el surgimiento de megatendencias o corrientes de pensamiento y acción que buscan responder eficazmente a los retos a que se enfrentan la cultura en general y la escuela en particular, como institución de formación de personas y de construcción de saberes. Dichas tendencias son:

a) El avance acelerado de la tecnología y su influencia en la vida diaria.
b) Globalización del mercado y la educación.
c) Comunicación en el ámbito mundial.
d) Superespecialización de saberes y funciones.
e) Prioridad de valores materiales sobre los humanos.
f) Ecologismo: vuelta a la naturaleza.
g) Las megatendencias marcadas por la UNESCO.

Durante mucho tiempo, las escuelas fueron consideradas como espacios cerrados en donde lo que hacía en ellas, parecía que a nadie le importaba. Tenían hasta cierto punto un carácter críptico y no interesaba mucho si lo que se hacía entre sus muros correspondía o no con la realidad exterior; es decir, con el contexto del cual eran parte integral. Pero “los cambios permanentes rompieron la estabilidad de los sistemas educativos”[1] y en tan gran proporción, que las escuelas y los sistemas educativos, se han visto en la necesidad de reformarse para adecuarse de la forma más conveniente posible a los requerimientos de los niños y los jóvenes y a las exigencias de los escenarios cambiantes del mundo de hoy. Las respuestas a estas tendencias, “las encontramos en la familia y en los centros educativos, donde se configurará en buena medida la educación del futuro”.[2] Para construir propuestas viables, el punto de partida debe ser la identificación de la situación real que se vive en gran parte de las escuelas; y en admitir además, el desfase existente entre lo que la escuela hace y lo que exigen los cambios en el mundo de la postmodernidad. El primer trabajo de análisis, consiste en darnos cuenta que “existen modelos educativos desgastados en la familia y en la escuela que no responden a las necesidades actuales y futuras.”[3] Esto significa que los roles que habían desempeñado en la educación la familia y la escuela ya no responden a los perfiles, rasgos y necesidades del ciudadano. Por lo que se avizora de un tiempo para acá la urgencia de “un sistema de educación que sea anticipador y participativo.”[4] Esta emergencia trastoca en buena medida las funciones
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de las instituciones mencionadas, que habían desempeñado su esfuerzo educador con buenos resultados, durante un tiempo más o menos prolongado.
Las tendencias actuales en educación, ya no ven sólo la inmediatez, sino también a los imperativos que el futuro plantea. El presente ha evidenciado que la capacidad de respuesta de la escuela se ha visto rebasada; que nuestras posibilidades de respuesta pronta y de formulación de propuestas y soluciones no han sido las más oportunas ni las más pertinentes. La incorporación de las nuevas tecnologías en todos los procesos ha impelido al reenfocamiento de lo que la escuela persigue. Por ello, “en cuanto a los objetivos, éstos se centran en el desarrollo de competencias, ya no en la acumulación se saberes cognitivos.”[5] En el actual estado de cosas, la pretensión de la educación, es capacitar al alumno para hacer frente a una realidad social, que en general está experimentado cambios permanentes y cada vez más vertiginosos. Los saberes estáticos que antes alentaba la formación tradicional, son ahora de poca utilidad en virtud de su escasa permanencia en el tiempo. Así, la capacidad de resolver problemas, de establecer asociaciones y relaciones entre las cosas y los fenómenos, la habilidad de construir respuestas rápidas, de manejar información, se consideran recursos más idóneos para enfrentar el dinamismo de la realidad social y del mundo del trabajo. A estas destrezas, técnicamente se les ha denominado competencias. Se busca pues, que los alumnos sean competentes. La UNESCO afirma que “la finalidad de la educación debe ser no sólo formar jóvenes con miras a un oficio determinado, sino sobre todo a capacitarlos para que puedan adaptarse a tareas diferentes y perfeccionarse sin cesar…”[6] Estas circunstancias inéditas y escenarios impensables hasta hace poco, han iniciado una revolución al interior de los sistemas educativos en todas las sociedades, modificando de raíz las tareas que habían venido desempeñando profesores y estudiantes, en donde los primeros jugaban el papel central. Los estudiantes recibían y memorizaban saberes ya hechos, procesados de antemano por el maestro. La situación ha cambiado. “Hoy en día, el protagonista del proceso educativo es el educando, y el educador ha pasado a ser facilitador…”[7] Urge que la escuela asuma como propio este alud de transformaciones, que la sitúan en la posición incómoda de revisar -y en su caso cambiar- los supuestos merced a los cuales había venido funcionando. De entrada, ha admitido ya, la urgencia de reorientar el sentido de su quehacer. Esto demuestra que “existe un interés por lograr una integración de campos de conocimiento y experiencia que faciliten una comprensión más reflexiva y crítica de la realidad.”[8] Profesores y escuelas, asumiremos a plenitud el compromiso -ético y generacional- que emerge de la redefinición de la naturaleza de nuestro quehacer. Sólo desde esta perspectiva, atenderemos en su justa dimensión, la proporción descomunal de los cambios que estamos obligados a operar en el terreno de la responsabilidad social de educar.

[1] Chavarría Olarte, Marcela. Megatendencias de la educación frente al tercer milenio.
[2] Castillo Gerardo. La educación del futuro. Pamplona. 1991. p.16.
[3] Chavarría Olarte, Marcela. Op. Cit.
[4] Malcom A. Tendencias y perspectivas de la educación. Madrid. 1988. Pp. 48-49.



[5] Chavarría Olarte Marcela. Op. Cit.
[6] UNESCO. Informe mundial sobre la educación. 1998. P.p. 93-94.
[7] Chavarría. Op. Cit.
[8] Torres Santomé Jurio. Globalización e interdisciplinariedad. Morata. Madrid. 1996. P.p. 30-31

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