viernes, 29 de enero de 2010

La educación intercultural bilingüe en América Latina y en México.

Dura ha sido la realidad indígena en América y en México a partir del proceso de colonización perpetrado por los españoles y otros países europeos. Después de poco más de quinientos años, la lucha por la sobrevivencia y el rescate de la dignidad de estos pueblos continúa. Con estos fines distintas culturas indígenas han hecho oír su voz a través de la historia sin doblegarse. Y ahí están diseminados en distintos países y regiones de nuestro continente.

La lucha iniciada hace medio milenio por lo indios para afirmar su presencia, ha propiciado muchas veces transformaciones importantes en los marcos jurídicos formulados por los gobiernos mestizos para favorecer los propósitos de reconocimiento y dignificación. Desafortunadamente ahí se quedan, son letra muerta, no sucede nada favorable. Es necesario señalar que no se ha hecho aún lo suficiente, y en muchos casos ni siquiera lo mínimo necesario. En México por ejemplo, la discriminación y el racismo campean por doquier, sin que se hayan concretado gran parte de los ordenamientos indicados en las leyes referentes a los aspectos señalados. En el Artículo 2º. de la Carta Magna se expresa el reconocimiento a la diversidad indígena y la mayoría de los gobiernos en nuestros países reconocen también esta composición en su población. Pero esto no ha significado que estén debidamente articuladas las decisiones y acciones que apunten al rescate de los elementos étnicos existentes a lo largo de toda la geografía de las tierras americanas.

En la condición de mestizos nos fue difícil y doloroso al mismo tiempo admitir la existencia del “otro” diferente a “nosotros.” El desprecio por lo disímil y particularmente por “lo indio”, arraigó en lo profundo de la conciencia. Esta actitud fue un producto inevitable de la dominación que se ejerció sobre nuestra raza desde la época de la dominación europea. Padecimos tanto que acabamos por despreciar lo nuestro. Afortunadamente y en medio de un sinnúmero de obstáculos la situación empieza a transformarse, gracias al esfuerzo realizado por las etnias y por todos aquellos sectores sociales que han respaldado su causa. Esto ha conducido a algunos logros nada desdeñables, como el ordenamiento de la castellanización y la alfabetización en lenguas indígenas para la preservación y el fortalecimiento de las mismas y de las culturas de las que provienen.

Es necesario reconocer que el esfuerzo efectuado por todas las etnias del continente americano desde hace mucho tiempo, ha generado un cambio paulatino de actitud del mundo mestizo hacia la realidad indígena. En nuestro país la mayoría hemos tomado conciencia plena de los conflictos y situaciones por las que transitan en su existir cotidiano. Nos hemos sensibilizado y los reconocemos como nuestros hermanos, aunque ellos estén en condición de desventaja mucho mayor que la generalidad de los mexicanos. Avanzamos a paso firme en el reconocimiento de nuestra diversidad. Este ha sido un cambio muy positivo, porque se han empezado a gestar una serie de cambios en la percepción colectiva tendientes a su incorporación plena a la convivencia intercultural. Grupos sociales numerosos y organizaciones no gubernamentales, también han hecho su parte. Por desgracia, desde lo institucional no se ha concretado hasta ahora transformación alguna digna de encomio.

Lo que ha sucedido en otras latitudes en materia de la lucha por el reconocimiento y defensa de las culturas indígenas y la importancia de la educación intercultural bilingüe ha repercutido favorablemente en México. Las batallas libradas en distintas partes de Centro y Suramérica por los grupos indígenas de esas regiones no han sido aisladas y así lo demuestran los encuentros de indígenas que se han llevado a cabo en distintos países y en donde ha confluido la pluralidad étnica para discutir sobre sus derechos y sobre las vías posibles de solución para salvar los obstáculos que impiden que hagan valer esos derechos. Ha surgido una revalorización de nuestras raíces y ya no va a ser detenida por nada ni por nadie hasta que la vida en la multiculturalidad y la diversidad sea una plena realidad en todas las naciones con presencia indígena.
En nuestro país, esta lucha ha tenido un carácter muy especial con repercusiones a nivel mundial. Los indígenas del sur de México, iniciaron su lucha contra el mal gobierno y la injusticia desde 1994 y reavivaron la conciencia nacional respecto a los problemas de la etnias. Pero además de replantear la cuestión india, han sometido a discusión muchos otros aspectos económicos, políticos y culturales de la vida pública, que no son privativos de esos grupos sino que con matices diversos están presentes en otros estratos de la población.
Estamos avanzando en la creación de una realidad nacional verdaderamente incluyente, no discriminativa, que será producto de la incorporación de nuestra diversidad a la multiplicidad de relaciones en que se expresa nuestra cotidianidad como pueblo. Lamentablemente a veces vemos retrocesos gravísimos como el que se ha vivido los últimos días con los gobernantes y partidos políticos intolerantes en turno que buscan mutilar el derecho a la libre expresión y manifestación de las ideas. Si lo permitimos, significaría –sin duda- volver a transitar la realidad que ya experimentamos durante el siglo XX.

Afortunadamente, al cambio que se está gestando en México y en todo el continente, no hay nada que lo detenga. Hemos tomado conciencia de nuestra realidad indígena y vamos salvando satisfactoriamente el trauma existencial ocasionado por el genocidio español en contra de nuestros indígenas originarios. Pero falta uno de los pasos más difíciles de dar y es el de avanzar hacia el bilingüismo pleno, hacia la interculturalidad total. Uno de los recursos para subir este último peldaño es la educación. Es posible cambiar a mediano plazo este escenario porque la sociedad en general ha crecido en su noción de lo justo, de lo que es correcto para que todos vivamos mejor. Aunque los gobernantes vayan en sentido contrario hemos aprendido que la problemática de la relación humana tiene que ser resuelta entre todos. Por ello, si la educación hasta este momento, sólo ha respondido a propósitos de sojuzgamiento, se requiere articular y poner en marcha un proceso formativo que sea más eficaz para dar solución a todos los conflictos que se derivan de nuestra multiplicidad cultural y étnica.

Es necesario crear una educación que vigorice la singularidad cultural que nos es propia. De este propósito se deben desprender los retos de la escuela pública de nuestro tiempo para poder experimentar una forma distinta de vivir basada en la multiculturalidad y asumir así en forma realista este compromiso histórico. Desde mi punto de vista, para concretar un propósito de tal magnitud, se requiere tomar en cuenta los aspectos que a continuación menciono: Es imperativo que la educación propuesta para las realidades indígenas sea decidida con la participación de todas las etnias, para garantizar la inclusión de sus visiones y aspiraciones y no correr el riesgo de que se formule un proyecto vertical, diseñado unilateralmente y ajeno a sus necesidades e intereses. Y junto a esto, deberán ejercer además el derecho a tener sus propias escuelas y maestros.

La sociedad mexicana en su conjunto, necesita ser educada en la interculturalidad, en el reconocimiento a la diversidad. El camino más viable es modificando las formas de relación social y los valores que han prevalecido hasta ahora y que han tenido que ver con fines de dominación y hegemonía impuestos por unos cuantos. Para ello, el carácter de la escuela tendrá que ser radicalmente diferente. Este será un proceso lento -transgeneracional diría yo- porque la historia no avanza a saltos bruscos, sino por ciclos ni la conciencia humana se modifica de manera simultánea sino gradualmente. Para avanzar en este empeño, se deberá hacer válido el derecho a que las etnias reciban instrucción en sus propias lenguas y atendiendo en forma paralela la castellanización, de modo que al tiempo que se asimilan otras culturas y saberes se refuerzan los propios. Dicho proceso formativo abarcará además desde la educación elemental hasta la enseñanza superior, considerando así mismo en los contenidos curriculares, las modalidades y formas de relación, las prácticas culturales y los conocimientos de nuestros ancestros que han llegado hasta nuestros días a través de las culturas indígenas. Esto con el fin de fortalecerlos y garantizar su permanencia y expansión.

También es prudente estar en guardia para que a lo largo del proceso formativo no se privilegie ningún saber por encima de otros saberes para evitar la preeminencia, la discriminación o la relación de dependencia de una visión de la realidad sobre otra y así las escuelas dejarán de funcionar “al modo mestizo” lo que conducirá a la eliminación de los sistemas de pensamiento único. La interrelación entre la multiplicidad de saberes dará lugar al enriquecimiento de la comunidad y a un surgimiento de intercambios más diversos y humanos. Por último quiero sugerir -aunque no sea nada nuevo- que las instituciones educativas eduquen en el trabajo y la corresponsabilidad, en la vinculación estrecha entre la teoría y la práctica y cuidando siempre el equilibrio que deberá existir entre el trabajo manual y la actividad intelectual, para que lo aprendido incida de manera inmediata en la resolución de sus necesidades y en sus formas de vida individual y comunitaria.

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